Un educador efectivo independientemente del ámbito
en el que desarrolle la tarea de educar, debe conocer y comprender las necesidades del ser
humano, y para ello hay que estudiar las siguientes dimensiones sin perder de
vista la interrelación de cada una, con la realidad y el entorno en el que
se desenvuelve cada persona.
Dimensión
física: el desarrollo
físico del cuerpo humano resulta clave para la evolución de otras dimensiones.
Dimensión
psicológica: tres aspectos fundamentales; la afectividad, personalidad y voluntad.
Dimensión
cognitiva: inteligencia.
Capacidad de conocer, concebir y comprender las cosas, conocer la realidad,
comprenderla, representarla y adaptarse a situaciones nuevas.
Dimensión social: evolución madurativa necesaria en el
individuo, con el fin de dotarle de las actitudes necesarias para la
integración en sociedad.
Dimensión moral: desarrollar cada una de las dimensiones
señaladas de tal forma que podamos llegar a ser quienes queramos ser. Esta
aporta el eje de la educación, ya que proporciona el sentido de la acción
humana.
Dimensión afectiva y volitiva: nos ayudará a querer aquello que la razón nos
presenta como bueno y actuar para su logro.
Las características básicas
de la evolución de la persona es descubrir sus necesidades concretas, identificar las diferencias
individuales, determinar los logros que se pueden esperar de cada persona,
determinar las influencias del entorno en el que viven y su nivel de
integración y reconocer su biografía, oportunidades de desarrollo y logro de
expectativas.
La educación alcanza su significación plena en
la comprensión de esos procesos desde la raíz misma de la unidad de la persona.
Debemos atender a una educación diferenciadora. Un educador debe saber que la
auténtica educación es la que conduce al hombre a la perfección, a su madurez.
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